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´La ciudadanía está dormida porque se ha creído que el recorte es inevitable´

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Portavoz de la Academia de Pensamiento Crítico. Isabel de la Cruz, profesora asociada de Sociología en la Universitat, es portavoz de la Academia de Pensamiento Crítico de Valencia, fundada hace un año y que organiza desde hoy un curso para analizar la desmovilización social.

PACO CERDÀ VALENCIA En plena turbulencia social tras el último tijeretazo del Gobierno, Valencia acoge hoy el inicio de un curso de verano de cuatro días bajo el título Poder, ideología y medios de comunicación. Organizado por la Academia de Pensamiento Crítico, más de un centenar de alumnos participarán en doce sesiones de conferencias, mesas redondas y cine-fórums que tendrán lugar en la Cátedra Tierra Ciudadana de la Universidad Politécnica de Valencia. De fondo, una doble pregunta: ¿Cuáles son las causas del adormecimiento de la ciudadanía y por qué la sociedad no se rebela ante la marcha atrás en derechos sociales?

¿La crisis ha servido para desnarcotizar a la sociedad?

Hace poco, cuando todos éramos tan felices y teníamos tanto, nadie quería escuchar que ese ritmo tenía fecha de caducidad y unas consecuencias. En aquel momento, a quienes advertíamos eso nos miraban como si estuviéramos locos o como si quisiéramos complicarle la vida a la gente y no dejarla ser feliz y disfrutar de todo lo que había. Nos tachaban de medio locos. Ahora eso ha cambiado. La crisis ha llevado a que mucha gente se plantee cuestiones para dar respuesta a la situación actual.

Pero aun así, alertan de que la ciudadanía está adormecida.

Sí. Se están produciendo unos ataques fulminantes y definitivos contra la mayoría social y se está desmantelando todo lo que se había construido. Nos están quitando derechos laborales y políticos básicos, más allá del dinero que también nos están robando. Y pese a todo, no hay una respuesta a estas agresiones. Porque los recortes se estás presentando y aceptando como algo natural e inevitable, y eso provoca que la población siga dormida y no se rebele ni considere que hay otra alternativa.

¿Y por qué se acepta como una fatalidad sin remedio?

Porque el sistema que tiene el poder de legitimación de sus acciones y de convencer a la población de que las cosas son así y no pueden ser de otra manera. Uno de los elementos más importantes para ello de los que se sirve el poder son los medios de comunicación y de entretenimiento. No hay más que ver la pluralidad de prensa, radio y televisión: por más que cambies, sigues escuchando los mismos discursos, las mismas explicaciones, las mismas justificaciones. La propia escuela, una universidad no crítica, el mundo del trabajo… Todo ello intenta convencer de que no hay alternativa y se ha de aceptar todo esto que está ocurriendo como una catástrofe natural. Cuando, en realidad, es fruto de la dinámica estructural de un sistema que ya estaba basado en la injusticia y que, obviamente, se acentúa cuando los beneficios de los poderosos bajan y deciden que no van a repartir un euro con nadie y se lo van a quedar todo.

La movilización del 15-M, sin precedentes en democracia, acabó con una mayoría absoluta del PP y los mayores recortes sociales de la historia de España. Entonces, ¿de qué sirve movilizarse?
De todo. Lo único que puede transformar la realidad es movilizarse y considerar que hay alternativas y que esto no es una catástrofe natural, sino un hecho social. El 15-M tuvo una importancia grande. Pero hemos de dar un paso de la indignación a la rebelión. Quizá ahí sí obtengamos resultados.

Concrete: ¿Qué quiere decir con rebelión?

Lo primero es salir a la calle y decir con rotundidad que no puede aceptarse que te dejen sin salario, sin sanidad gratuita, sin educación o con una reforma laboral que elimina tus derechos.

Funcionarios, mineros, estudiantes… ¿Hay demasiadas batallas sectoriales y falta una conciencia de clase?
La conciencia de clase, que la habíamos olvidado, la estamos recuperando. Fíjate: el otro día, en Valencia, los interinos se manifestaban junto a los trabajadores de la EMT; a los mineros se les sumaban en Madrid los empleados de Sanidad, los bomberos, etc. bajo la pancarta «todos somos mineros». Hay un proceso de unión. Pero sí: hay que asumir que lo que se está produciendo es un ataque directo contra la clase trabajadora.

Sostiene que «algo grande se está moviendo» en la sociedad. ¿Cree posible una revolución social que entierre el capitalismo?
El capitalismo en sí mismo está agotado. Este sistema que se basa en la injusticia y en la desigualdad de países, de clases sociales, de sexos, y del medio ambiente, no puede seguir. ¿Es posible la revolución? Es posible. Tendremos que decidir entre todos qué tipo de revolución y sistema queremos. Pero habrá de permitir una sociedad más justa y respetuosa con el planeta y las diferencias. Es posible, y eso es lo que nos mueve.

¿Y considera que los ciudadanos pueden decidir su futuro?

Sí, pero es necesario que nos organicemos. Cada uno, por su lado, lo más que puede hacer es indignarse y enfadarse, pero eso no nos lleva muy lejos. Hemos de construir una alternativa seria. La sociedad es nuestra, de los ciudadanos, y hemos de empezar a tomar las riendas de nuestra propia vida y de nuestra sociedad.

Pronostique cómo acabará esto

¡Ay, si yo fuera profeta…! Lo intentaré: la crisis no tiene solución dentro del sistema capitalista. No tenemos la varita mágica, pero esto sólo tendrá solución si vamos hacia otro tipo de sistema que se base en otras premisas: igualdad, reparto equitativo, justicia, respeto a todas las personas y pueblos y no destrucción del planeta. No es fácil, pero no queda otra opción.
 

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