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Cómo planchar una camisa

bonel

bonel

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Vestir siempre impecable es una tarea complicada de la que pocos salimos airosos. Una de las condiciones indispensables es llevar las camisas planchadas a la perfección. Y no es fácil. De hecho, casi cada año hay intentos por poner de moda las camisas arrugadas, que yo me tomo si Amancio Ortega me abrazara muy fuerte y me susurrara al oído que todo va a salir bien. Pero nunca acaban de funcionar. ¿Por qué? Básicamente porque nada nos gusta más que ponernos una camisa bien planchada.

Como vivo solo y soy pobre, he depurado la técnica hasta hacerla casi perfecta. En uno de los actos de generosidad que me caracterizan, ofrezco algunos consejos para conseguir ese planchado perfecto. Tanto, que tendréis que disimular vuestro disgusto cuando os arranquen la camisa durante una noche de pasión y la arrojen al suelo.

-Planchar es aburrido: necesitarás una buena serie para distraerte. Pero que no sea demasiado buena. Con el ruido del vapor y la atención dividida, no podrás dedicar toda la atención que requieren 'The Wire' o 'Primos lejanos', por ejemplo.

-¿He dicho vapor? Quítate las gafas.

-Dado que vas sin gafas, tropieza con la mesita cuando vayas a sacar la plancha del armario. Tira al suelo un jarrón con la tabla de planchar. ¿Por qué hay un jarrón en tu casa? ¿Eres una nena?

-Mi truco para saber si la plancha está lo suficientemente caliente consiste en tocarla sin querer cuando cojo el mando a distancia para subir el volumen.

-Hay que comenzar por los cuellos. Si los dejas para el final, arrugarás las camisas. Además, es la parte más fácil. Una pasada certera dejará el cuello perfecto.

-Sonríe orgulloso.

-Hace calor con tanto vapor, así que ve a la nevera a sacar una cerveza, olvidando de nuevo esa dieta que comenzaste sin éxito en 1998.

-Hay que seguir por las mangas. Extiende una de ellas sobre la tabla de planchar. Pasa la plancha con cuidado, pero con firmeza y seguridad.

-Vaya, se te ha formado una de esas arrugas odiosas que quedan por culpa de no haber extendido bien la manga. TE DIJE QUE LA EXTENDIERAS BIEN. PARECES TONTO.

-Pasa la plancha por encima de la arruga. Echa vapor directamente. Echa agua. Plancha por el otro lado.

-Ahora tienes tres arrugas. Son tres rayas rectísimas, perfectas. Esto ya no hay quién lo arregle. Lo mejor será volverla a lavar. Tírala al pasillo, con rabia.

-Estás sudando. Acábate el botellín de un trago. Reprime las lágrimas. Ve a por otra cerveza.

-Mira con desesperación la montaña de camisas que queda por planchar. Cuéntalas. ¿Diecisiete? ¿Tienes diecisiete camisas, además de las que hay en el armario? ¿Para qué necesitas diecisiete camisas? ¿En qué estabas pensando cuando las compraste? ¿En que tenías mayordomo? ¿En que tu madre aún te planchaba la ropa?

-Llama a tu madre. Pregúntale qué tal todo. Si ella y tu padre están bien. Si necesitan algo.

-Cuando haya descubierto tu plan y te haya colgado, no sin antes recordarte que “sabes cómo tengo las articulaciones” y que “nunca llamas ni vienes a vernos”, inténtalo con otra camisa. Ponte a llorar encima de ella. Arroja la cerveza contra la pared y grita POR QUÉ YO ES QUE ACASO EN OTRA VIDA FUI UNA PERSONA HORRIBLE.

-Tómate un descanso, con otra cervecita y mientras acaba el episodio de la serie que estabas viendo.

-Imita a Balki Bartokomous en voz alta.

-Vuelve a intentarlo. A ver. El cuello. La manga. Otra arruga. Otra maldita arruga.

-Rasga la camisa mientras gritas TE ODIO, CAMISA, TE ODIO.

-Ofrece en Twitter tu virginidad a quien planche para ti, mientras te abres otra botellita.

-Grita PERO SOIS IDIOTAS O QUÉ OS PASA, cuando la gente se lo tome a cachondeo y te conteste cosas graciosas.

-Acuérdate de esos amigos que dicen haber contratado a una señora para las tareas del hogar, incluida la plancha. Pregúntate si sería posible dejar tus camisas inadvertidamente entre las suyas y recogerlas unos días más tarde, ya planchadas.

-Tres cuartos de hora después, has ideado el plan perfecto, pero necesitas una tuneladora, un experto en explosivos y un disfraz de cowboy, así que hasta la semana que viene será imposible.

-Llama a tu jefe y pregúntale si puedes ir a trabajar en camiseta. Sí, ya sabes que es domingo y que son las nueve de la noche, ¿por qué te da información que ya conoces? Y encima el tío cuelga sin responder a tu pregunta.

-Coge una de las camisas. Tampoco está tan arrugada, ¿no? Recuerda que has bebido cuatro cervezas con el estómago vacío.

-Abre una quinta cerveza. Corta algo de queso. Ahora, con alimento sólido en el estómago, ves las cosas mucho más claras. No están tan arrugadas. Ni mucho menos. Las has colgado bien y eso se nota. Además, este año se llevan así. O el pasado, no sé. Rollo House. Al fin y al cabo, eres un rebelde, un tío independiente. Y hace frío. Es decir, ¿quién se va a dar cuenta de que la camisa está arrugada si la llevas debajo del jersey?

-Al día siguiente, después de que en el metro te hayan dado un total de 3,70 euros en monedas, a pesar de tus protestas y de gritar que no eres un mendigo, sino un inconformista, vuelve a intentarlo con la plancha.

Por favor, no os arrodilléis con el rostro bañado en lágrimas para darme las gracias. Siempre he pensado que compartir conocimiento y sabiduría es positivo, porque al fin y al cabo esto va en beneficio de todos. Sin duda, las camisas bien planchadas ayudan a que el mundo sea un sitio más agradable.

En fin, si me disculpáis, voy a llamar a mi madre, a ver qué tal está.
 

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