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Resumen de la temporada 2010. Capítulo 3º

mochuelillo

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"La historia de un mundial inolvidable"

La segunda parte del mundial se iniciaba con más polémica que nunca: Alonso ganaba en Alemania, pero fueron órdenes de equipo. La recuperación de Ferrari pasaba por una clara apuesta de Maranello por el español.

Los máximos aspirantes al título cometieron tantos fallos como aciertos: Webber, Vettel y Alonso vivieron un final de mundial tan reñido que ir al límite tuvo sus consecuencias para cada uno. Al final, la noche de Abu Dabi cubrió la temporada con distinto sabor para cada uno. Vettel, Red Bull, Christian Horner, Helmut Marko y Adrian Newey nunca olvidarán el año en que hicieron posible lo imposible: ser campeones del mundo en sólo seis años de historia. Y esta es la historia.
Alemania; Fernando es más rápido que Massa

El Gran Premio de Alemania fue uno de esos días para olvidar de la Fórmula 1. Ya en su momento nos atrevimos a lanzar razonables y argumentadas críticas contra lo que Ferrari le había hecho a Rubens Barrichello en Austria, a principios de década, para dejar ganar a Michael Schumacher, y no nos arrepentimos de condenar tampoco lo que este año le hizo a Felipe Massa frente a Fernando Alonso. Volver sobre el tema sería repetirnos, así que simplemente comentaremos los hechos: el español, por delante del brasileño en el mundial, se vio perjudicado por una agresiva maniobra defensiva (valga la contradicción) de Sebastian Vettel en plena arrancada. El de Red Bull salía en Pole, pero arrancó muy mal y fue claramente alcanzado por el de Ferrari. Vettel no dudó en estrechar a Alonso contra el muro para tratar de achantarlo, pero Fernando no se doblegó y consiguió superarlo antes de la primera frenada. Pero eso le valió ser superado por su compañero de equipo, Felipe Massa que, en tercera posición, vio el duelo de infarto entre ambos, y se aprovechó de él para colarse en cabeza. Pero el brasileño no realizó una maniobra completamente limpia: a pesar de tener la pista libre, se salió en la primera curva y aprovechó la escapatoria de asfalto para acelerar al máximo y conservar su primera posición. Si esta maniobra la hubiera realizado hace años, cuando ahí había tierra, habría terminado su carrera en la primera vuelta. Y no habría habido ni órdenes de equipo ni polémica. Pero, en vez de eso, la escapatoria asfaltada le permitió ser el líder de la carrera. Por detrás, imitando a Massa, Mark Webber y Lewis Hamilton también se salían de la pista; más atrás, tres monoplazas más trazaron la primera curva fuera de la pista, algo habitual en la Fórmula 1 del siglo XXI, por muy contradictorio que parezca. A partir de ahí, Alonso convirtió su carrera en una demostración de que su conducción era más rápida que la de su compañero de equipo. Las vueltas rápidas caían a su favor mientras reducía la distancia en la cabeza. En la vigésima vuelta, Fernando era la sombra del F10 de su compañero, mientras Sebastian Vettel se aproximaba a ambos velozmente de forma amenazante. El español aprovechó los doblados para intentar adelantar a Massa en la larga y rápida curva anterior a la horquilla. Pero el brasileño no estaba por la labor de dejarse adelantar fácilmente, ni siquiera por su compañero de equipo. Tras un segundo y peligroso intento, una curva después, Alonso comunicó a su equipo que no estaba por la labor repetir el bochornoso espectáculo protagonizado por los Red Bull en Turquía: "Es ridículo", escuchó de sus labios la audiencia mundial televisiva. Entonces, toda la maquinaria de Maranello se puso en movimiento: había que colocar a Fernando primero para defender las opciones al título mundial de pilotos. Pero había un problema: al contrario que cuando Michael Schumacher, las órdenes de equipo ahora están prohibidas. Si la FIA se percataba de cualquier indicio, habría problemas. Tras intentar animar a Felipe ("Tienes que mejorar tu ritmo: Fernando es más rápido que tú") y al ver a Vettel demasiado cerca, la Scuderia no pudo más; entonces pronunciaron las famosas palabras que lo dijeron todo sin decir nada: "De acuerdo, Felipe: Fernando es más rápido que tú. ¿Entiendes el mensaje?" Y se acabó. El resto es historia. Si la actuación de Ferrari fue ética o no, es cuestión de cada uno. Alonso ganó su segunda carrera en Ferrari y mantenía sus opciones al título mundial. La extrema frialdad de Massa en el podio materializó un descontento que duró hasta el final de la temporada.
Hungría; Webber reclama el número 1

Tras muchas conversaciones, reuniones y promesas, Mark Webber y Red Bull se han esforzado para entenderse mutuamente. Y eso se refleja en los resultados. De nada sirven los gestos en la pista, los mensajes malintencionados por la radio y las declaraciones polémicas; en última instancia, pilotos y jefes saben que se necesitan mutuamente. Y Mark tiene la suficiente madurez e inteligencia como para no desperdiciar un cohete como el RB6 con peleas de colegio. En Hungría, él se convertiría en el líder del mundial, pese a que todas las apuestas estaban con Vettel, tras lograr la primera posición en la parrilla.

En la salida se confirmó que la parte limpia de la pista era más rápida: Fernando superó sin parpadear a Webber y se emparejaba a Vettel, aunque sin superarlo. Vettel comenzó una escapada endiablada metiéndole segundos y más segundos a Fernando en las siguientes vueltas. Fue un alerón perdido en mitad de la pista lo que desencadenó el final de la carrera de Vettel: el coche de seguridad hizo acto de aparición por sorpresa. Red Bull llamó a Sebastian a boxes cuando éste estaba trazando la última curva, por lo que tuvo que saltarse todo el carril de ingreso en el Pit-Lane, cruzando incluso los bordillos. Mark Webber no paró, así que heredó la primera posición provisional. La jugada podría haberle salido perfecta al joven alemán, pero su inexperiencia le jugó una mala pasada: se despistó cuando el coche de seguridad se retiró de la pista, no aceleró para ganar ritmo y no se pegó a su compañero de equipo, dejando más espacio del reglamentario entre ambos, lo que le valió un paso por boxes como penalización. Su aplastante victoria se esfumó. Sin Vettel, Alonso heredaba el segundo lugar, esperando la parada de Webber. La táctica de Red Bull fue, entonces, mantener a Webber y su endiablado ritmo en la primera posición, ganando segundos y aumentando la distancia hasta ser viable la parada para cambiar los neumáticos sin perder la posición. Y así fue: Mark se mantuvo en pista cuarenta y tres vueltas. Cuando salió de cambiar los neumáticos, la estrategia funcionó: seguía primero. Webber era líder del mundial. Christian Horner aplaudía desde el muro. El RB6 era imparable y capaz de estrategias imposibles en otras circunstancias. Red Bull soñaba con los títulos. ¿Y por qué no?
Bélgica; Vettel se descentra

La juventud se considera divino tesoro. Pero algunas veces supone un inconveniente. Quizá por eso Sebastian Vettel cometió dos errores imperdonables en dos carreras consecutivas. Porque la penalización de Hungría se repetiría en Bélgica, aunque esta vez por motivos diferentes. Antes, su compañero de equipo, Mark Webber, había conseguido la primera posición de la parrilla, pero se vio superado por ambos McLaren, el Renault de Kubica, Vettel y Massa en la primera curva, tras una arrancada muy lenta. Vettel aguantaba cuarto cuando el pelotón llegó a la Para del Autobús justo cuando la lluvia decidió arreciar con toda su fuerza. El agua fue la zancadilla que hizo salirse de la pista a los cinco primeros coches. Fernando Alonso, que salía en una paupérrima décima plaza tras una clasificatoria para olvidar, fue brutalmente embestido por Rubens Barrichello que, prácticamente sin frenos por el 'acuaplaning', se fue completamente recto. La solidez del F10 sorprendía a todos cuando el español, tras pasar por boxes sin prácticamente tocar nada, se reincorporó a la carrera sin problemas. Eso sí, su carrera estaba perdida.

Massa y Vettel se enzarzaban en una preciosa batalla sobre la lluvia y la no menos preciosa pista belga de Spa-Francorchamps. Webber conseguía empezar su remontada adelantando a Massa, situándose quinto por detrás de su compañero de equipo. Éste contemplaba a Kubica con hambre de demostrar su talento para adelantarlo a la menor opción. Y lo lograba nada más retirarse el coche de seguridad en un adelantamiento firme y seguro en 'Source'. A partir de ahí, Button fue su obsesión. Vettel intentó adelantar al entonces vigente campeón mundial, Jenson Button. Durante varias vueltas le presionó sin piedad hasta que, en la frenada del autobús de la decimosexta vuelta, amagó con pasarle por uno y otro lado… hasta que la adherencia desapareció de repente y el Red Bull embistió como un auténtico toro bravo enfurecido contra el costado del McLaren. El bólido de Button emitió un ronco sonido, como un quejido de muerte, mientras dejaba escapar sus fluidos y vapores vitales. La herida era mortal de necesidad, y la bestia plateada se retiró a morir a boxes. El depredador, lamiéndose la sangre de su presa, recibió su recompensa en forma de penalización. Y no fue todo: en la vigésima séptima vuelta terminó destrozando un neumático al chocar con Liuzzi. El decimoquinto puesto final en la bandera de cuadros fue más de lo que se podría esperar de un piloto tras estrellarse contra un rival, recibir una penalización y pinchar.
Con bastante más pericia remontó Alonso hasta el noveno lugar. El español hizo un gran esfuerzo para realizar bonitos adelantamientos en el fondo del pelotón, pero lo estropeó todo cuando pisó demasiado el bordillo a la salida de Les Combes. Y es que la lluvia había vuelto a jugar a los dados con los pilotos, cuando apenas quedaban diez vueltas del final. Hasta Lewis Hamilton estuvo a punto de perder una carrera trabajada todo el fin de semana al salirse de la pista en Rivage y rozar las protecciones. Pero la fortuna una vez más se alió con él y pudo regresar sin perder una sola posición. El inglés lograba zafarse de un complicado domingo manteniéndose primero en la tabla clasificatoria mundial, perseguido por ambos Red Bull. Esa sería la tercera y última victoria del de McLaren en 2010, y también la última vez que su nombre estaría el primero en el mundial de pilotos.
Italia; enamorados de Alonso

Ni el accidente del sábado en Mónaco, ni la penalización en Inglaterra, ni el accidente de Bélgica… Ni siquiera las órdenes de equipo de Alemania. Italia estaba dispuesta a perdonar a Fernando Alonso tras lograr una preciosa primera posición en la clasificatoria del sábado, en el Gran Premio de Ferrari por excelencia. Un bólido rojo en la primera fila y tenemos la pasión desatada. La magia de Monza, la energía de sus gradas y nada puede detenerlos. Como nada ni nadie pudo detener al español en su remontada hacia el título. Ni siquiera Button y su adelantamiento en la primera curva. Ni Massa y su intento de fratricidio en un precioso duelo rojo en las tres primeras curvas. La segunda maniobra la resolvió el propio Fernando con su fantástico pilotaje y una maniobra defensiva perfecta. La primera necesitó la ayuda de su equipo desde boxes. Pero esta vez Domenicali y sus chicos supieron trabajar como auténticos campeones. Y eso que Alonso creía perdidas sus opciones después de que sus desesperados intentos en la primera vuelta por mantener su primera posición (hasta llegar a romper el difusor trasero del McLaren de Button) fueran infructuosos.

Con un sol implacable, la carrera se convirtió en un pequeño paseo dominical para casi todos los participantes, pues apenas se produjeron variaciones en la clasificación respecto a la parrilla de salida. Destaca el abandono de Lewis Hamitlon, tras tocarse con Felipe Massa, en La Roggia. El inglés afirmó sentirse muy apenado por su abandono, que significó el fin de su liderazgo en el mundial, y prometió no volver a cometer errores similares. Pero mintió. Todo en su momento…

Mark Webber protagonizó otra de sus pésimas salidas, y cayó hasta la octava posición. A lo largo de la carrera fue capaz de subir hasta la sexta, suficiente para convertirse en el nuevo líder del mundial. Pero era Fernando Alonso y Ferrari quienes hacían enloquecer al público: la parada en la vuelta trigésimo octava fue perfecta; la estrategia esta vez funcionó y dejó al español primero por delante de Button. Las esperanzas por el campeonato cobraban fuerzas en Maranello. Muchos se habían olvidado de ellos ya en la lucha por el título; pero en Maranello siempre trabajan para ganar. Ellos siempre creyeron en sí mismos, pese a las críticas y los escépticos. Poco a poco, y gracias a las siguientes carreras y las continuas evoluciones en el F10, Ferrari recobró el brillo que durante el verano parecía haberse perdido.
Singapur; un brillo rojo en la noche

El rojo tiene un brillo especial, y más por la noche. Y Singapur iba a ser testigo más que nunca. La primera posición de Fernando en la parrilla era esperanzadora. La carrera, dura, complicada, rara, difícil, extravagante… Pero perfecta: Ferrari y Fernando volvieron a trabajar como nunca en equipo, desterrando aquella antigua y falsa afirmación de que el automovilismo es un deporte individualista. Alonso se cerró en plena arrancada sobre Sebastian Vettel para aguantarle; y fue suficiente. El triplete estaba en el bolsillo: Pole, victoria de principio a fin y vuelta rápida. Monza no fue un sueño de una calurosa tarde de resaca: Fernando había vuelto; Ferrari había vuelto; Red Bull temblaba.

La carrera se convirtió en un espectáculo protagonizado por todos los pilotos, convertidos en pioneros en una pista nueva (inaugurada en 2008) llamada a convertirse en un clásico en el mundial. Frente a maniobras bellas y arriesgadas, otras no tanto, como las cuestionables maniobras de Michael Schumacher (chocando contra Kobayashi primero, contra Button más tarde). O el choque del propio Kamui a la entrada del túnel, seguido más tarde por Bruno Senna. Pero la maniobra más polémica, sin duda, fue el intento de adelantamiento de Lewis Hamilton sobre Mark Webber: aprovechando un doblado, el McLaren se pegó al Red Bull y, la llegar a una curva de noventa grados, intentó sobrepasarle por fuera. Mark defendió su posición por el interior, pero Hamilton se cerró demasiado, sin dejar sitio al australiano, y el toque dejó fuera de carrera, otra vez, al inglés. Su desesperación era imposible de ocultar. Lewis estaba perdiendo el mundial irremisiblemente por errores propios. Al frente, la terrible presión de Sebastian Vettel hasta la última curva no fue suficiente: Alonso consiguió su cuarta victoria de la temporada, la segunda consecutiva. El mundial se ponía a tiro. El F10 había resucitado.
Japón; Red Bull machaca

Barquitos de juguete con latas de refresco en el paddock y pista vacía en Japón. El sábado de la clasificatoria del Gran Premio de Japón, Suzuka se convirtió en un parque acuático. La sesión tuvo que posponerse al domingo por la mañana. Esta vez, con un sol radiante, los Red Bull volvieron a ser protagonistas, pero esta vez al lograr los dos primeros lugares de la parrilla. Era su turno: habían vuelto. Christian Horner seguía teniendo fe en su proyecto, pese a los múltiples fallos y a las guerras internas. Fernando Alonso se había convertido de forma casi inesperada en el máximo rival. Pero ese rival se conformaba con la tercera plaza final y ser capaz de rodar ligeramente más lento que los Red Bull. Y es que los bólidos de Christian Horner volvían a ser inalcanzables, con un ritmo demoledor. Sebastian Vettel se aprovechaba de su primera posición en parrilla para, esta vez sí, no cometer ningún error y cruzar por delante de su compañero. No hubo órdenes de equipo; Vettel no se dejó adelantar por Webber, que iba por delante de él en el mundial. La neutralidad implantada por Horner se plasmaba en la práctica, mientras algunos se preguntaban si no se arrepentirían al final del por haber dejado escapar algunos puntos. Pero, pese a llegar por detrás de sus principales rivales, Ferrari estaba contenta. Era una alegría extraña, pues no eran campeones, ni siquiera líderes, pero se sentían muy fuertes. Desde Bélgica habían recortado las distancias de forma sorprendente; y el F10 aún prometía más. Frente a los vítores que merecidamente se llevó Kamui Kobayashi y su maravillosa demostración de lo que se puede hacer con un Fórmula 1 sin ningún complejo (dando una clase práctica de "cómo atreverse a adelantar y no llevarse a nadie por delante en el intento"), en Maranello empezaba a resurgir la fe en el equipo. Rendirse nunca había formado parte de sus planes; a tres carreras del final del mundial y con sólo catorce puntos de diferencia, los apostadores no sabían cómo jugar.
Corea; Vettel lidera el mundial… veintiséis vueltas

Las prisas no son buenas, pero los organizadores del Gran Premio de Corea se dieron mucha para tener su autódromo a tiempo. Las dudas persistieron hasta unos días antes de la celebración de la carrera en la provincia de Jeolla. El resultado fue un circuito sin terminar, donde sólo el asfalto (con tan sólo unos días de existencia) estaba preparado. Las instalaciones, el puerto deportivo, los rascacielos y el resto de la futurista infraestructura prometida eran sólo planos sobre papel. Lo que menos querían los organizadores era lluvia; y esta cayó en tromba el día de la carrera. El viernes, los monoplazas se convirtieron en coches de rali para sortear con pericia la enorme cantidad de tierra depositada en las escapatorias y en los límites de la pista. Los Red Bull imponían su ley en la clasificatoria con un doblete en la parrilla que presagiaba otro monopolio de Horner. Era Vettel quien salía por delante de Webber cuando el coche de seguridad inició la carrera. Pero la lluvia era tan persistente que la bandera roja ondeó a la tercera vuelta. Tras veinte minutos de espera, la carrera se reiniciaba, otra vez con el coche de seguridad. Pero entonces la prueba se convirtió en una pantomima en la que diecisiete de las cincuenta y cinco vueltas se disputaron bajo el régimen del coche de seguridad, a pesar de que la pista (muy mojada, pero no inundada) ya empezaba a mejorar considerablemente (incluso Hamilton pedía cambiar a neumáticos intermedios). Cuando al fin se dio la salida verdadera, y tras algunos sustos sin importancia, la carrera se estabilizó con ambos Red Bull dominando y abriendo distancias. Vettel, firme en la primera plaza; Webber, por detrás tratando de mantener el ritmo. Pero al australiano le pudo la lluvia: en el decimonoveno giro se abrió demasiado a la salida de una curva, pisó la hierba, derrapó y se chocó contra el muro de protección. Marcha atrás regresó a la trazada de la pista y fue embestido por Nico Rosberg. Nadie sufrió daños, pero el líder del mundial había dejado su liderato tirado en la cuneta por un error demasiado grave que, a sus años, no podía atribuir a su juventud. Fernando evitaba el desastre con prudencia, y se colocaba segundo por detrás de Sebastian Vettel. Webber sólo aguantó dos vueltas de carrera real bajo la lluvia coreana. Curiosamente, ese fue el único momento en el que Sebastian Vettel, antes de Abu Dabi, lideró el mundial 2010 de Fórmula 1. En la vigésima vuelta, la predicción del mundial situaba el alemán primero por delante de Fernando Alonso y Mark Webber. Pero ese liderazgo iba a ser corto, muy corto…
No estaban muy finos los McLaren y, para colmo, Button empeoraba su resultado tras ser echado de la pista por Sutil. Hamilton, por su parte, conseguía la segunda posición gracias a un error de los mecánicos de Ferrari, que tuvieron problemas con la tuerca de la rueda delantera derecha. Pero poco le duraba la alegría al inglés, pues se salió de la pista y devolvió el segundo lugar al español. Desde entonces, la obsesión del asturiano fue alcanzar al Red Bull de la primera posición. Y vuelta a vuelta, con seguridad y firmeza, lo fue consiguiendo. Poco a poco, el F10 fue comiéndose la distancia entre ambos hasta ponerse a su rebufo. Pero entonces el adelantamiento se produjo tan fácilmente que era obvio que algo extraño pasaba: el RB6 había muerto; otra vez. Vettel, de nuevo, abandonaba mientras lideraba una carrera por una avería. La imagen de Vettel apagando su propio monoplaza en llamas era muy explícita: en medio de la nube que había expulsado su agotado bólido, Sebastian no se lo podía creer: había pasado de liderar el mundial virtualmente a caer a la tercera posición. Desesperado y abatido, abandonaba el mundial pensando que el gran bólido que Red Bull le había puesto a su disposición era, al mismo tiempo, el culpable de sus más dulces alegrías y sus más amargas tristezas. El liderazgo de Vettel en el mundial duró sólo veintiséis vueltas.
Brasil, el título todavía es posible

Ferrari, nada más estrenar el liderazgo en el mundial de pilotos, escogió la estrategia conservadora de correr para minimizar daños o, visto desde otro punto de vista, perder cuantos menos puntos posibles en las dos últimas carreras de la temporada. Ese fue el claro planteamiento desde el inicio: mantenerse en la pista sin correr riesgos, asumiendo incluso adelantamientos si éstos no eran de los máximos rivales directos. Asumiendo que no eran los más rápidos, que Red Bull era más fuerte y que ganar puntos a los rivales ya era casi imposible. Y, de entre todos ellos, Mark Webber era el enemigo que había que vigilar más de cerca. Sobre él se hicieron todos los cálculos, todos los planes, todas las estrategias. Y no arrancaba muy bien el fin de semana con Webber y Vettel justo después de la gran sorpresa de la primera posición de la parrilla: Nico Hülkenberg. Quien más y quien menos sabía que el Williams iba a quedarse rezagado a los primeros compases, y que los favoritos le adelantarían a las primeras de cambio, por lo que ambos Red Bull estaban mejor situados que nadie para hacer un doblete que reanimaría el mundial. Las previsiones respecto a Hülkenberg se cumplieron, y Vettel y Webber eran los primeros al paso por la primera vuelta. Fernando demostraba que no era el año de McLaren y se enzarzaba en un precioso duelo contra Lewis Hamilton, presionando duramente, emparejándose con el inglés en varios puntos del trazado. Finalmente, Alonso hizo un amago de adelantamiento y Hamilton picó: el McLaren cabeceó, sobreviró, se pasó de trazada y dejó expedito el camino a Fernando, que se puso a la estela de Hülkenberg en la segunda vuelta. Fernando tenía que adelantar al Williams por necesidad, pues ambos Red Bull se escapaban en la cabeza sin problemas y sin rivales. Pero Alonso demostró su valentía y sólo tardó cuatro vueltas en sobrepasar a Nico en una maniobra veloz y preciosa. Era tercero; alcanzar y superar a Webber o Vettel prácticamente ni siquiera estaba en los planes de las pizarras de Domenicali. Aun con ese tercer puesto y con ambos rivales en las primeras posiciones, Alonso seguía siendo líder del mundial. Y así fue cuando la bandera de cuadros cayó. Red Bull cumplió de nuevo su promesa de no dar órdenes de equipo y, a pesar de que Webber estaba mejor clasificado en el mundial, dejó que Vettel ganara. Todo quedaba pospuesto, pues, para la última carrera de la temporada, en Abu Dabi. El final de un mundial de Fórmula 1 nunca estuvo tan disputado: por primera vez, cuatro pilotos tenían opciones matemáticas; aunque los pronósticos se centraban en sólo dos: Alonso y Webber. El resultado final dejó claro que ni la Fórmula 1 es aburrida ni se puede dar nada por supuesto hasta que cae la bandera de cuadros… aunque sea de la última carrera.
Abu Dabi; noche fría para unos, dulce para otros

Pocas, muy pocas veces, el mundial de Fórmula 1 había durado tanto. A Ferrari le parecía eterno. Aunque a principios de la historia de este deporte se disputaron varias carreras en diciembre, pocas veces, no más de cinco, el calendario se ha adentrado hasta justo la mitad del mes de noviembre. Y ninguna vez, nunca, hubo tantos candidatos al título en la última carrera. Pero en realidad todos sabían que el título estaba en manos de Ferrari o Red Bull. Y entre las manos de Red Bull, casi todos apostaban por Mark Webber, que le pisaba los talones al de Ferrari.

Los chicos de Red Bull habrían trabajado a conciencia. Durante todo el año lo habían hecho y, pese a los fallos, estaban ahí, a un paso del título. Sebastian Vettel había demostrado su poderío en la clasificatoria en nueve ocasiones hasta entonces, mientras que Mark Webber sólo en cinco. En Abu Dabi casi todos apostaron por Vettel; y acertaron: el joven alemán consiguió su décima primera posición en una parrilla en 2010. Su tiempo era abrumador. Pero la sorpresa la puso su compañero de equipo, máximo aspirante de Red Bull por el título, que sólo logró el cuarto puesto. Fernando Alonso cumplía con un esperanzador tercer puesto en el último segundo de la sesión. Lewis Hamilton era el invitado de excepción, colado en el segundo lugar. En Ferrari ya no esperaban hacer la Pole para alegrarse y celebrar un resultado; les bastaba con un tercer lugar, pues les permitía retener a Mark Webber, su obsesión. Todo pintaba muy bonito en Maranello, en Italia y en España. La miel en los labios nunca supo tan dulce ni segregó tanta saliva. Todo era cuestión de paciencia, mantener la calma, no cometer errores ni realizar tonterías. ¡Y qué difícil resulta eso en ocasiones!

Mientras el sábado tras la clasificatoria Vettel recibía las felicitaciones de su compatriota veterano Schumacher, Sebastian no dejaba de sonreír. Sabía que el mundial no dependía de él, sino de lo que hiciera Alonso y Webber a sus espaldas. Pero casi le daba igual: estaba dando lo máximo y se sentía orgulloso y satisfecho. Mientras la noche iba cayendo sobre la moderna pista asiática, la salida de la última carrera del año se perfilaba como una auténtica película donde todo podía pasar.
Ferrari ponía en marcha una vez más su táctica de minimizar pérdidas: Alonso prácticamente se apartó en la primera curva para dejar pasar a Button cuando vio que el inglés le había superado en la aceleración. Él no era el rival; tampoco Vettel, creían. Webber y sólo Webber era a quien habían echado el ojo. El accidente entre Schumacher y Liuzzi dio origen al inicio del fiasco de Ferrari. Con las estrategias desbaratadas, las matemáticas jugaron una mala pasada a Domenicali: descartó a Vettel, a pesar de que estaba en el único lugar en el que podría ganar el mundial: primero.

El único que podría echar una mano a Alonso era Lewis Hamilton, ganándole la primera posición a Vettel. Pero el McLaren no estuvo prácticamente en toda la temporada al mismo nivel que el RB6. Lewis vio a Sebastian siempre de lejos y fue incapaz de amenazarle seriamente. Tampoco Webber parecía dispuesto a arriesgarse con Alonso, a pesar de tenerle a tiro, y ni tan siquiera le disputó la frenada en la salida. Ferrari creía que tenía el mundial asegurado con su táctica defensiva, pero la situación se había complicado demasiado: si Alonso perdía su posición con Webber, ya fuera en la pista o en los boxes, Vettel se convertiría en campeón mundial. Las cuentas empezaban a descuadrarse. Y más todavía cuando Red Bull llamó a boxes al australiano en la duodécima vuelta. Ni el coche de seguridad, ya retirado de la pista, parecía justificar la maniobra de cambio de neumáticos tan prematura. Pero Mark entró. En el muro de Ferrari las caras eran de asombro. Todos los planes estaban desbaratados: nadie preveía una parada tan pronta de Webber. Domenicali echaba humo y sus números también. ¿Qué hacer? ¿Mandaba parar a Alonso por si acaso? ¿Era demasiado riesgo asumir una estrategia diferente a Webber? ¿Y lo contrario? Por un instante, los mecánicos rojos salieron al Pit-Lane y se prepararon para un cambio de neumáticos. Falsa alarma; Domenicali aborta el proceso. Fernando sigue en pista. Y parece lo correcto: Alonso tenía el título en el bolsillo, porque Mark salió de su parada por detrás de todo el pelotón, detrás de coches muy lentos que le ralentizarían el ritmo y posibilitarían al español zafarse de él sin problemas. Pero ¿y si no era así? ¿Y si Red Bull tenía un as guardado para Mark? ¿Y si era el momento de parar? ¿Y si Red Bull había apostado por una estrategia diferente que les había salido bien en las simulaciones? Domenicali no podías más. Aturdido, se produjo una llamada: Massa a boxes, sólo dos vueltas después que Webber. Era la decimotercera vuelta y todo parecía demasiado extraño. Nadie, absolutamente nadie, copió la decisión de Red Bull más que Ferrari. Y nadie, absolutamente nadie, copió la estrategia de Ferrari. El brasileño estaba trabajando por el mundial de Alonso, pues la idea era que Massa se hubiera colado por delante de Webber, que estaba retenido por un fantástico Alguersuari. Pero salió mal: Massa salió detrás de Mark. Intento fallido. No parecía tener importancia: Alonso seguía manteniendo un buen ritmo en la cabeza, sin coches que le molestaran. Pero la obsesión de Ferrari con Webber volvió a jugarles una mala pasada; Domenicali volvió a actuar, tras consultar a Fernando: parada de Alonso. Parada del líder del mundial. Querían copiar a Webber como sea. Alonso logró salir por delante de Webber. Todo parecía correcto. Todo parecía que había salido bien. Pero no era así: Fernando había salido por delante de Webber, pero el problema era que delante de Alonso ahora había un pelotón de coches muy lentos. Bloqueado y perdido en el duodécimo puesto, Ferrari había firmado su propia muerte: iban en cabeza y se pusieron voluntariamente en medio del pelotón. Y ahí se acabó todo: el complicado trazado urbano y imposibilitó que Alonso avanzara posiciones. Cada vuelta era un tiempo perdido que aprovecharon los de delante para adelantar al Ferrari aun realizando sus respectivos cambios de neumáticos. Vettel, primero, era campeón mundial. De nada sirvieron los desesperados intentos de Alonso por adelantar a Petrov. El de Renault pagó los platos de un Fernando enfurecido hasta la última curva, hasta la vuelta de regreso a boxes; el español había perdido un mundial que tenían en el bolsillo por un error garrafal de estrategia y el ruso lo pagó sin culpa. Se acabó el mundial para Maranello. Se acabó el tricampeonato de Alonso.

Vettel no lo podía creer cuando cruzó la línea de meta y recibió el mensaje: era el campeón mundial más joven de la historia. Red Bull, que ya se había llevado el título de constructores, completaba una temporada llena de altibajos, pero confirmando que habían construido un bólido ultra veloz. Vettel y Newey lo dijeron en la pretemporada; pero era difícil de creer. Ellos se merecían descorchar las botellas, aunque en el podio de Abu Dabi no salieran los típicos chorros de champán, sino zumo de frutas sin gas. De momento, mejor brindamos con Red Bull. Y el año que viene, que salga el sol por donde quiera.
Redacción - Héctor Campos - Infomotor Network, SL
 
buen resumen
 
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